domingo, noviembre 18, 2007

Formas animales

Hoy pude escuchar, luego de muchos años, dos de mis temas favoritos del rock argentino: el clásico El oso, en la versión original y setentera de Moris y en el remake de Fito Páez, y el más reciente (aunque no menos clásico) Carta de un león a otro, en la inigualable versión de Juan Carlos Baglietto. Ambos temas tienen en común la crítica al mundo artificial creado por los seres humanos y la nostalgia por la vida silvestre, expuestas a través de los discursos de dos animales cautivos y obligados a participar en espectáculos de circo.

El atribuir a los animales características humanas —una práctica que es moneda común en manifestaciones creativas destinadas al gran público: desde las fábulas griegas hasta algunos taquilleros filmes de Hollywood— constituye una forma bastante gráfica y comprensible de formular críticas y postulados moralizantes, pero tambien un buen camuflaje para las dudas y las angustias que el hombre medio enfrenta en el devenir de la sociedad. Los animales y sus características externas son, en todo caso, elementos que se ajustan adecuadamente a un lenguaje metafórico accesible.

Tampoco es extraño que los animales sean vistos como implícitamente superiores a los seres humanos. Hay aquí una valoración positiva de su falta de malicia. Son inocentes. Son naturales. Es preciso recordar que la exaltación de la naturaleza es un rasgo esencial del romanticismo (tanto en el sturm und drang, como es sus demás variantes). Y que todo arte popular es, por definición, romántico.