
Una novela sorprendente con título de libro de autoayuda. Un libro bastante extraño.
ETIQUETA NEGRA N° 54
"La inclinación edípica impulsa al héroe a la búsqueda de la madre, cuando el actuar que conduce a la hazaña estuvo signado por la libertad más absoluta y despiadada. El mito de la Odisea es el del retorno inexorable al seno materno —encarnado en las metáforas de la esposa virginal y la patria isleña—, que se presenta una vez que la misión está cumplida y todos los medios, lícitos e ilícitos, fueron puestos en práctica. El poema homérico no pretende equipararse a un discurso moralizante, y ésa sea tal vez la razón por la que no ahorra en detalles. Añora entonces el hombre la imagen materna en el momento del logro pragmático, individual y supremo. Los gritos extasiados de los guerreros griegos al haber tomado Troya imploran, acaso de una forma onírica, a sus Ítacas particulares." [Jacques Echermann: Des images dans les rêves: Une relecture du docteur Freud. Gallimard, 1934 (traducción libre)].
Pienso que esta cita puede servir para entender el gesto del Loco Vargas luego de anotar el gol del empate ante Brasil —la camiseta roja con la leyenda FELIZ DÍA, MAMÁ—, y hasta convertir en justificable su ausencia ante Ecuador por acumulación de tarjetas amarillas.
"Ninguna de las tres mejores escritoras que el África del sur ha producido —Olive Schreiner, Nadine Gordimer, y Lessing (quien, pese a sus reticencias a aceptar la etiqueta de "escritora africana" reconoce libremente que su sensibilidad fue formada en y por África)— terminó la secundaria. Las tres fueron en gran medida autodidactas, y las tres se convirtieron en intelectuales de gran talla. Esto dice algo de la devoción con la que los adolescentes aislados en los márgenes del imperio anhelaban una vida de la que se les había privado: la vida de la mente. Una devoción mucho mayor, por lo visto, que la de la mayoría de sus contemporáneos de la metrópoli."
("Of the three best-known writers southern Africa has produced—Olive Schreiner, Nadine Gordimer, and Lessing (who, though reluctant to accept the label "African writer," freely acknowledges that her sensibility was formed in and by Africa)—none completed high school. All were substantially self-educated, all became formidable intellectuals. This says something about the fierceness with which isolated adolescents on the margins of empire hungered for a life they felt cut off from, the life of the mind—far more fiercely, it turned out, than most of their metropolitan cousins.")
New York Review of Books, Edición de diciembre de 1994.
No conozco la obra del Chacón Medina. En consecuencia, no sé si podría estar o no de acuerdo con las opiniones vertidas por Renson. Sé además que Renson puede ser un crítico implacable y radical, un lector sin concesiones que toma partido con pasión. Pero también sé que existe en algunos escritores la inequívoca propensión de ir por el mundo ejerciendo la defensa de su obra. Ejemplos de este tipo hay por doquier, en esta época plagada de blogs y revistas. Quizá Chacón Medina represente una variedad radical de esta clase de escritor-defensivo. Un poeta abogado. Tenía que ser abogado.
Espero que la justicia de Cúcuta sea sensata y no ponga cortapizas al libre ejercicio de la crítica literaria. También querría esperar —aunque sé que sería en vano, tampoco soy iluso— que los Chacón Medina que pululan en los círculos literarios y culturales, aprendan que uno escribe por una necesidad interna y personal, y no para que otros digan que lo hace bien. Un escritor verdadero es aquel que deja que su obra se defienda a sí misma, y sigue escribiendo sin importar lo que digan los demás.
A Renson le envío mi amistad y mi solidaridad.
Por lo visto en el limbo. En la indecisión. O siendo timorata y escrupulosa en demasía para poder así limpiar las imágenes de un pasado no tan memorable.
Lula enfrenta serios problemas de corrupción y la atomización de los grupos que lo apoyaron. Por lo demás, Brasil siempre ha sido un mundo aparte.
Los chilenos —otros que históricamente han querido, sin tanta justificación, mantenerse al margen—, tienen en la señora Bachelet a una presidenta carente del liderazgo necesario para enfrentar sus problemas internos.
Alan García, en su tan peruano empeño por blanquearse, se ha aliado no sólo con la derecha más conservadora, sino con el fujimorismo más abominable. Las bases que lo llevaron al poder han sido olvidadas (salvo cuando se les requiere para algunas tareas de choque, nunca prescindibles del todo). Parece no querer darse cuenta —la percepción siempre un grave problema del personaje, sobre todo cuando asume responsabilidades de gobierno— que su capital político puede en cualquier momento saltar la barrera y pasarse al humalismo, o a lo que haga sus veces en el futuro cercano (Ollanta es demasiado inepto, no sería raro que Chávez le encuentre sustituto más temprano que tarde). Tal vez su compadre Carlos Andrés Pérez debería explicarle cómo en Venezuela los adecos de ayer terminaron transformándose en los chavistas de hoy.
A veces da la impresión de que Chávez y sus secuaces no la tienen tan difícil...
Pese a haber provocado el rechazo explícito de Zapatero con sus habituales descalificaciones, y hasta haber sacado de sus casillas al rey con su comportamiento rufián y matonesco (esto último quizá hasta tenga mérito, don Juan Carlos siempre tan risueño y bonachón), Chávez y su proyecto político no representan ninguna amenaza —al menos directa— para un país como España.
Chávez sí es un problema real para los países de América Latina, donde los gobiernos de Bolivia, Ecuador, Nicaragua y hasta el de Argentina le son afines, y donde no existe liderazgo alguno capaz de hacer contrapeso a su amenaza hegemónica. Es lamentable. Cuando no son serviles piezas de su estrategia, los líderes de nuestros países son unos viles apaciguadores, unas malaguas, unos vulgares tibios en la mejor tradición de César Gaviria, el abyecto ex-secretario general de la OEA, siempre presente para validar los abusos y los fraudes electorales. Nuestros líderes parecen autistas. O es que tal vez se creen muy pragmáticos: al fin y al cabo, ¿qué son unos pocos insultos, si hasta el mismo Bush los resiste?, ¿qué peligro real pueden embargar unas cuantas casitas del ALBA, unas cuantas operaciones oftalmológicas, unos simpáticos médicos cubanos?
Es cierto que las circunstancias forjan al líder, pero este último tiene que poseer un mínimo de capacidad para percibirlas. Nuestros insultados dirigentes, ansiosos por recibir las gracias y los favores de Chávez —no dudan en pedirle que interceda por ellos ante sus amigotes guerrilleros, sueñan con venderle bonos soberanos o asociarse estratégicamente con PDVSA—, me hacen recordar a esos políticos europeos que veían con una especie de benévola simpatía al nazismo, o buscaban una aproximación estratégica con Hitler a través de un ser tan vulgar y execrable como Mussolini. Conviene recordar que quién no perdió la guerra (lo cual es tan importante como haberla ganado), fue Churchill, un excéntrico y un radical que entendió que Hitler era la principal amenaza para Europa, y que nunca convino en la más mínima posibilidad de negociar, menos aún pactar, con los nazis.
Al final de la cumbre de Santiago, hubo los discursos de siempre, la foto de familia. Lo más probable es que el tiempo atempere la gravedad del incidente. El gran beneficiado, políticamente hablando, será sin duda Chávez, quien seguirá siendo visto por sus simpatizantes como un verdadero machote, un valiente sin reparos para decirle las verdades en la cara a quien sea.
Quien perciba la verdadera dimensión del riesgo que embarga Chávez para la democracia en la región, quien entienda que éste jamás asumirá compromiso alguno sin la segunda intención de imponer su proyecto autoritario (sea como sea, importándole un bledo las formas, ése es su estilo), no tiene por qué mandarlo a callar. Simplemente no debe sentarse con él en la misma mesa.