domingo, julio 27, 2008

La búsqueda del héroe


Borges afirmaba que los escritores habían olvidado que uno de sus deberes era la épica, pero que Hollywood había salvado el género a través del western. La obra de John Ford es seguramente la prueba más contundente de la veracidad de la afirmación borgiana.

Ethan Edwards, el personaje de John Wayne en The Searchers (conocida en Hispanoamérica como Más corazón que odio y en España como Centauros del desierto, las distribuidoras de filmes siempre haciéndose responsables de este tipo de esperpentos) puede bien representar el arquetipo del héroe épico, dueño de una inteligencia y una fortaleza extraordinarias que, junto a una capacidad singular para el sacrificio, le habilitan para llevar a cabo las acciones heroicas más destacadas, pero no le salvan ni de sus pasiones ni de sus perversiones personales. Ethan Edwards se nos presenta como un energúmeno vengativo, misógino y racista, cuyos antecedentes legales nunca llegan a ser totalmente transparentes. Quizá lo paradójico de esto sea que precisamente estas perversiones parecen ser el motor que impulsa al héroe a la consecución de la hazaña.

Harold Bloom enseña en la introducción de El canon occidental (libro tan polémico como imprescindible), que un texto canónico no tiene por qué encarnar las virtudes morales que comprenden los valores normativos ni los principios democráticos de Occidente. Quizá la literatura épica, como ningún otro género, sepa sacarle partido a esa aparente amoralidad. La Ilíada, por ejemplo, exalta la incomparable gloria de una victoria armada, en la que no han faltado odio, ardides y golpes bajos.

Postular un género épico que esté dentro de los límites de lo que hoy conocemos como lo "políticamente correcto", parece entonces una contradicción insalvable. ¿Será por eso que ya no se estrenan buenos westerns en las salas de cine?