viernes, julio 11, 2008

La legataria


Al negarse a cumplir la última voluntad de su amigo Franz Kafka, y abstenerse de quemar su obra, Max Brod sin duda realizó uno de los mayores favores que ser humano alguno ha podido hacer a la literatura.

No puede decirse lo mismo, sin embargo, respecto de su decisión de legar el conjunto de documentos del autor que obraban en su poder (Kafka había muerto a los 41 años, sin dejar descendencia, y el resto de su familia cercana lo haría años después en campos de concentración nazis) a la inefable Ilse
Esther Hoffe, su amante y secretaria, quien murió el año pasado, a la rotunda edad de 101 años.

Desde la muerte de Brod, en 1968, la señora Hoffe se había negado sistemáticamente a permitir el acceso a los documentos de Kafka, lo cual no impidió que subastara el manuscrito de El proceso y fuera detenida en el aeropuerto internacional Ben Gurión cuando intentaba salir de Israel con algunas cartas y el diario de viaje del autor.

En uno de los diálogos de Manhattan, Isaac Davis, el personaje de Woody Allen, intenta burlarse de Mary Wilkie, el personaje de Dianne Keaton, espetándole una frase memorable: “Tu autoestima es peor que la de Kafka”.

Más que una frase pareciera una maldición. La autoestima, por inexistente o exhacerbada, siempre será un tópico entre los escritores. Incontables de ellos se han dedicado con devoción, y se están dedicando ahora mismo, a ordenar sus manuscritos, sus documentos, sus cartas y sus emails, buscando que su legado pase a la posteridad de la mejor manera posible. Como si ignorasen que el tiempo condenará irremediablemente al olvido a la mayoría de ellos. Quizá alguno comparta los traumas y las culpas de Kafka y ordene destruir lo que ha escrito. O incluso lo haga él mismo, ante el temor de que caiga en manos de alguna viejecilla longeva y con ídeas estrambóticas.