viernes, mayo 11, 2007

Temporada (1991-1994)

1

La vaga sonoridad
de tus pasos
se disuelve
entre las horas: anhelados
días interiores
que contemplan
el atardecer de tu mirada
palideciendo en la despedida.

2

Con el bregar innato
de tus formas,
mantengo la esperanza —a lo
lejos— de un amor enredado
en las burbujas del vaso,
o de una vejez al amparo
de la tibia resonancia
de tu sombra.

3

Pasar de la decencia a la indecencia,
de lo razonable a lo irracional,
de lo fresco a lo pútrido

con el único deseo de finalizar
mis días
en la esfera fugaz
de tu mutación incansable.

4

Surges con recelo
desde la realidad más impúdica,
como el camino
del caracol
tus brazos se adentran
en la rigidez de mis palabras,
tus sonidos
en la vaguedad de mi futuro o en lo incierto
de mi herencia.

Por este campo de alegrías pacientes,
germinando desde la difunta locura,
rozando el cuerpo con los pétalos de tu espacio,
espero el reencuentro
con tu humildad esencial.

Sin embargo,
entre las moradas
tus señales transitan.

Quizá la lucidez de una germinación
o el ocaso
de las pálidas adolescentes,
nos sobrevivan.

Rota mi voz gritará,
entonces,
intentando evitar el desencuentro.

5

Naufragio de las horas
impregnando su hedor melancólico
en cada nueva aproximación.

Pesada indiferencia de días
posteriores,
en los que construir
el porvenir del hijo
tiene como norte el sur
de los padres.

E inútil decencia
en las gentes
que se quedaron,
haciendo de sus casas
una imagen postal
atípica.

Ando por sus vidas y la risa
se presenta,
imponiendo acaso
su originalidad
elefantiásica,
su sonido raspante
de signo de interrogación.


6

En el pleno florecimiento
de tus pétalos —un martilleo de voces
se inserta,
y rasga mis sienes: luz
de tinieblas
donde habita la lejanía,
donde los tigres de la infancia
arrancan en aullidos
en Do mayor—, los ojos,
presumiendo el encuentro,
se tornan
preocupados
como uniendo y estropeando
alternativamente
los silencios interiores.

Fracaso del presente o agonía:

¿Puede más el querer,
acaso,
que la natural tendencia
a agonizar?


7

A través de las ventanas,
la violencia traspasando nuestro pudor
de hogar
de pequeña burguesía.

Los ojos pálidos aún
ante la realidad cercana de los sueños,
tercos,
refrescando la memoria
del dormido.

Y el pudor maternal
se convertiría en ternura,
durmiendo en las húmedas noches
de una oveja
innecesaria.