Son más de las 12 de la noche. He colocado mi viejo CD de La Grasa de las Capitales en la computadora. Mi mente vuela al día en que mi padre tuvo un gesto de cariño hacia mí y decidió regalármelo. Recuerdo a Ale, el muchacho uruguayo encargado de la tienda Giros de Valencia, tocando un bajo imaginario mientras los acordes de Perro andaluz retumbaban dentro del local.
Definitivamente hay música que se guarda en el alma. Música para soñar y sentir que continuamos vivos.
Definitivamente hay música que se guarda en el alma. Música para soñar y sentir que continuamos vivos.