Han pasado casi dos meses desde que en este mismo blog afirmé que planeaba iniciar la lectura de Kafka on the Shore, la última novela de Haruki Murakami (a propósito, Tusquets acaba de publicar la edición en español con el título de Kafka en la orilla). Al fin comencé ayer. Hoy, que he llegado a la página 100, estoy tan enganchado como para sospechar que no me despegaré de ella hasta haber leído la última letra impresa.
Murakami no hace ningún esfuerzo por ocultar sus influencias. Por el contrario parece querer hacer permanente alarde de ellas, no dejar resquicio de duda respecto de su existencia e importancia. Es así que resultan demasiado obvias las semejanzas de Kafka Tamura, el adolescente protagonista de la novela, con Holden Caulfield en The catcher in the rye (si no me equivoco el mismo Murakami la tradujo al japonés). Otro Salinger más para la lista, pudiera concluirse con escepticismo. En todo caso un Salinger con intermitencias de Truman Capote, pudiera tal vez añadirse. Pero afortunadamente Murakami tiene la rara virtud de parecer original echando mano de los recursos más obvios. Recursos que en el caso de un escritor tienen que ser sus propias lecturas, aunque éstas no sean siempre las que uno pudiera esperarse. De ahí que haya diálogos entre gatos filosóficos y seres humanos discapacitados. O una increible historia de escolares hipnotizados mientras recolectan setas en el bosque.
Dance, dance, dance es el título (en inglés) de una de las primeras novelas de Haruki Murakami. ¿Pudiera ser Manga, manga, manga (en cualquier idioma) el de una futura?