Soy enteramente consciente de la intermitencia con que voy alimentando este blog, lo cual no es otra cosa que el reflejo de mi ser voluble y desidioso. Unas elecciones presidenciales con peligro de Apocalipsis y un mundial de fútbol insufriblemente glamoroso —ambos con sus correspondientes antesalas y secuelas— han sido los perfectos pretextos para su accidentado desarrollo. Algunos de mis mejores amigos me han deslizado comentarios respecto de mi poca persistencia, a veces con alarma, otras con humor, aunque invariablemente con una buena disposición que se agradece. Que alguien se preocupe por indagar por el blog de uno es conmovedor, habiendo tantos colgados en la web. Una amiga —quizá la más brillante de todos los que tengo— me sugirió que no sería mala idea la de crear un blog que se denomine "El antiblog". Es muy tarde ya para renombrar éste, aunque me encantaría que ella pusiera en práctica su propuesta. Yo simplemente prometo —de vanas promesas hechas a la volada están plagadas nuestras comunicaciones habituales; en realidad ya nadie se las cree— alimentar el mío con más frecuencia.