lunes, diciembre 03, 2007

Un año sin Bielinsky

Las películas de Fabián Bielinsky se deslindan marcadamente de las historias maniqueas que siguen inspirando buena parte del mejor cine. En ellas no existen personajes ubicados en bandos antagónicos. Por el contrario, todos pertenecen a un mismo bando: el de los malos, hablando en ese lenguaje coloquial tan ilustrativo y adecuado para los filmes de cowboys. Pero se trata de malos matizados, personajes que van desde los irredimibles absolutos (Marcos en Nueve reinas; Dietrich, Montero y Sosa en El aura), pasando por los algo bienintencionados (Valeria y Juan en Nueve reinas, Diana en El aura), hasta los soñadores o potencialmente dañinos (el taxidermista en El aura).

Pero además de eso, Bielinsky supo ser un maestro al momento de manejar lenguajes diversos. Y para demostralo le bastaron dos películas: Primero Nueve reinas, con su dinámica de cine negro, sus diálogos que sirven de hilo conductor entre las distintas escenas, sus chispazos de humor inteligente, y ese final inesperado al que no dudo en calificar como uno de los más memorables de la historia del cine (equiparable a los de Vértigo o El halcón maltés). Luego vino El aura, con su estética bergmaniana, su lentitud voluntaria, y una innegable maestría para mostrar, en un contexto realista de aquí-y-ahora, escenas que únicamente se suceden en las fantasías de sus protagonistas.

Ante la desaparición, siempre súbita y prematura, de un creador como Bielinsky, no puede uno dejar de añorar las obras que nunca realizará y que no podrá apreciar. Queda como consuelo la certeza de que el mejor cine no dejará de echar mano de este sorprendente legado.