lunes, diciembre 10, 2007

¿De verdad volvió Soda?



Si mal no recuerdo en una entrevista publicada por la revista Pelo, sobre la segunda mitad de la década de los ochenta, Gustavo Cerati declaraba que no sería extraño que en algún momento Soda Stereo se decidiera a producir un trabajo equivalente a El Lado oscuro de la luna. Me acordé de esto ayer domingo, en medio del calor del concierto, cuando un generador de energía colapsó durante la ejecución de Texturas, el notable tema con que finaliza Dynamo, tal vez el disco más enigmático e indefinible de la banda. Afortunadamente el incidente se solventó, y el trío Cerati-Bossio-Alberti pudo continuar con una actuación de excepción, no sólo por su musicalidad y su puesta en escena, sino además por un repertorio que incluyó varios de sus mejores y también menos populares temas. Soda Stereo subrayó anoche lo complicado que puede resultar clasificar la música de quienes nunca se encasillaron en un estilo, ni cayeron en la tentación de repetir ninguna de las fórmulas que les habían hecho exitosos. Es verdad que el grupo puede ser entendido como el producto de la inagotable creatividad de Cerati, más que como una obra colectiva propiamente dicha. Pero por otro lado resulta difícil soslayar el aporte de un par de músicos que se salen del molde —Ficicchia-Alberti siempre más espectacular que Zeta Bossio, un bajista en todas las de la ley, incluso en su estudiada actitud low-profile—. Lo cierto es que observar a Soda Stereo interpretando Fue, Corazón delator, o En remolinos, pudo incluso hacer tolerable que el recital se cerrase con Vitaminas, de lejos el tema más reclamado y coreado por el público. Como en el caso de Pink Floyd, El lado oscuro de la luna ha dejado de ser el mero título de un disco para transformarse en una metáfora que retrata una peculiar actitud musical. Con el transcurrir de los años y la vigencia de su música, Soda Stereo ha dejado de ser una mera banda de rock, para convertirse en un hecho incomprensible. Una especie de antinatural fenómeno de masas.