miércoles, agosto 22, 2007

Sushi bar con piercing



Se ha sentado a mi costado, acabo de verla reflejada en el espejo que está enfrente (¿es que todos los sushi bars tienen espejos, o es idea mía?); vuelvo mi mirada hacia ella y descubro un piercing en el ala derecha de su nariz (tal vez ésta sea demasiado larga para su rostro): un detalle que parece querer suavizar la necesaria seriedad de sus anteojos de carey. Es bastante joven y me parece atractiva, me estoy diciendo sin decírmelo. La mujer que le acompaña —hasta ahora no he reparado en su presencia— le indica donde está el baño, en un inglés duramente pronunciado y gramaticalmente prolijo. Se pone de pie y entonces me percato de que no se trata de una jovencita; tal vez hasta sea contemporánea mía: el piercing me ha confundido. Todo esto me hace pensar brevemente en Amanda, tan lejana ahora.

Hajime coloca sobre la barra el sashimi que he ordenado: piezas de salmón anaranjado, esponjosas y perfectamente cortadas. Remojo una de ellas en el wasabi que he diluido con salsa de soya. Los palillos son de madera balsa, traídos de China o de Singapur. El sabor del salmón reventará en mi paladar, lechoso, sensual, deliciosamente gelatinoso. La guapa del piercing y las gafas de carey ha regresado. Noto que entre ella y su acompañante hay un puesto vacante. Sin duda esperan por alguien.

En la base del espejo un maneki neko parece estar riéndose de mí.