miércoles, julio 09, 2008

La liberación televisada



La liberación de Ingrid Betancourt, como la de todo aquel que ha sido privado de su libertad por cualquiera de las bandas de facinerosos que existen en el mundo, siempre es una noticia feliz para las personas normales. En este caso particular, el hecho de que Hugo Chávez no haya tenido nada que ver en el asunto, agrega un elemento positivo para quienes creemos que la democracia es posible y necesaria en Latinoamérica y, por tanto, recusamos la manipulación personal y mediática que en los últimos tiempos ha pretendido ejercer el ex –paracaidista (me pregunto si alguna vez realmente se habrá lanzado al vacío). Chávez ha quedado en evidencia frente al mundo como un armador de malas parodias, un bocón que promete más de lo que puede cumplir, un cobarde que no arriesga y sólo se atreve cuando tiene la sartén por el mango, un gorila de peluche.

Hasta aquí todo bien, si no fuera por la actitud que está desplegando la recientemente liberada señora Betancourt, quien no pierde oportunidad para tener protagonismo frente a las cámaras y, sobre todo, para seguir hablando y hablando. Con todo el respeto que se merece, doña Ingrid no está actuando como alguien que estuvo secuestrado en la selva y tiene la valiosa oportunidad de reencontrarse con sus seres queridos luego de un largo y penoso cautiverio. En el lugar de ella, cualquier ser humano estándar habría procurado evadirse de la prensa y concentrarse en descansar y estar con su familia. La franco-colombiana, por ejemplo, podría estar recuperándose ahora mismo en alguno de los excelentes spas que abundan en la Costa Azul, quien sabe si hasta invitada por la pareja Sarkozy-Bruni u otro de los buenos amigos que, por lo visto, le sobran. Pero no. Prefiere los actos públicos. Las cámaras. Y, por supuesto, hablar y hablar.

Me refería a gente estándar, ¿y quién dice que los políticos lo son? Ingrid Betancourt forma parte de esa raza especial a la que pertenecen todos aquellos que ansían hacerse del poder (no siempre por motivos subalternos, todo hay que decirlo, también existen los bienintencionados, o los que lo son ab initio) y ejercerlo a través de una función pública legítima, en el mejor de los casos. Ahí donde otros sienten la necesidad de salir huyendo, ellos ven la oportunidad de figurar y robar cámara, y por eso, como lo hizo la propia Betancourt años atrás, hasta se atreven a internarse en zonas donde el riesgo contra sus vidas es inminente. Si lo analizamos con detenimiento, todo esto no deja de lucir disparatado, desproporcional, antiestético. Un espectáculo bastante lamentable e ideal para el consumo voraz y siempre momentáneo de los medios.

De momento se desconoce cuánto durará el espectáculo de la ¿ex? candidata. Mientras tanto, yo apago mi TV.