lunes, diciembre 10, 2007

¿De verdad volvió Soda?



Si mal no recuerdo en una entrevista publicada por la revista Pelo, sobre la segunda mitad de la década de los ochenta, Gustavo Cerati declaraba que no sería extraño que en algún momento Soda Stereo se decidiera a producir un trabajo equivalente a El Lado oscuro de la luna. Me acordé de esto ayer domingo, en medio del calor del concierto, cuando un generador de energía colapsó durante la ejecución de Texturas, el notable tema con que finaliza Dynamo, tal vez el disco más enigmático e indefinible de la banda. Afortunadamente el incidente se solventó, y el trío Cerati-Bossio-Alberti pudo continuar con una actuación de excepción, no sólo por su musicalidad y su puesta en escena, sino además por un repertorio que incluyó varios de sus mejores y también menos populares temas. Soda Stereo subrayó anoche lo complicado que puede resultar clasificar la música de quienes nunca se encasillaron en un estilo, ni cayeron en la tentación de repetir ninguna de las fórmulas que les habían hecho exitosos. Es verdad que el grupo puede ser entendido como el producto de la inagotable creatividad de Cerati, más que como una obra colectiva propiamente dicha. Pero por otro lado resulta difícil soslayar el aporte de un par de músicos que se salen del molde —Ficicchia-Alberti siempre más espectacular que Zeta Bossio, un bajista en todas las de la ley, incluso en su estudiada actitud low-profile—. Lo cierto es que observar a Soda Stereo interpretando Fue, Corazón delator, o En remolinos, pudo incluso hacer tolerable que el recital se cerrase con Vitaminas, de lejos el tema más reclamado y coreado por el público. Como en el caso de Pink Floyd, El lado oscuro de la luna ha dejado de ser el mero título de un disco para transformarse en una metáfora que retrata una peculiar actitud musical. Con el transcurrir de los años y la vigencia de su música, Soda Stereo ha dejado de ser una mera banda de rock, para convertirse en un hecho incomprensible. Una especie de antinatural fenómeno de masas.

lunes, diciembre 03, 2007

Referendum constitucional: ¿Final de fotografía?


No me creo esta historia. La propuesta de reforma constitucional de Chávez era un despropósito de tal magnitud, que su aprobación en un referéndum resultaba imposible. Claro está que el personaje tiene sus mañas. Sigue siendo un comunicador eximio. Pero sobre todo un improvisador rápido y chispeante (en la mejor tradición de los contrapunteos llaneros): "Final de película". La maquinaria del fraude electoral podía arreglarlo.

De aquí en adelante insistirá en presentarse como un demócrata, y más de uno, dentro una comunidad internacional plagada de incautos, le creerá. Pero la verdad es que el autoritarismo no cesará. Ni la corrupción. Ni ese desordenado intervencionismo que está haciendo ricos a unos cuantos correligionarios mercantilistas y lisonjeros. Lo cierto es que en la Venezuela de hoy, con un dolar paralelo tres veces más caro que el oficial, es más factible conseguir una cartera Louis Vuiton que un litro de leche, una botella de aceite de oliva griego que un cartón de huevos. ¿Ineptitud pura o caos necesario?

Mientras disfruta de sus renovados bríos de demócrata, Chávez no dejará de maquinar estratagemas para perpetuarse en el poder y expandir en la región su proyecto hegemónico. Algo inventarán él o sus corifeos del poder electoral o del tribunal supremo. Interpretaciones de las normas constitucionales y legales que pisoteen toda literalidad, por más evidente que sea. Ya lo anunció luego de "reconocer" la derrota: no renunciará a las reformas propuestas. Nuevamente es un “por ahora”, y hay que creerle. Es preciso reconocer que Chávez, a diferencia de otros caudillos de la región, siempre anuncia lo que va a hacer.

Esto invita a pensar que el BVA y el Santander serán “nacionalizados”. Claro que las nacionalizaciones de Chávez equivalen a una onerosa compra de acciones por parte del estado, un capricho que puede permitirse el tirano dada la descomunal renta petrolera. Los yanquis imperialistas de Verizon perdieron la CANTV, pero se marcharon de Venezuela pletóricos de felicidad con lo obtenido por la transferencia de sus acciones. Business are business, and Chávez is our friend. No hay razón para que lo mismo no suceda con los banqueros vascos y cántabros, que en este instante tal vez hasta estén cruzando los dedos, no vaya a ser que a don Juan Carlos se le ocurra pedirle disculpas al neo-demócrata ofendido.

Un año sin Bielinsky

Las películas de Fabián Bielinsky se deslindan marcadamente de las historias maniqueas que siguen inspirando buena parte del mejor cine. En ellas no existen personajes ubicados en bandos antagónicos. Por el contrario, todos pertenecen a un mismo bando: el de los malos, hablando en ese lenguaje coloquial tan ilustrativo y adecuado para los filmes de cowboys. Pero se trata de malos matizados, personajes que van desde los irredimibles absolutos (Marcos en Nueve reinas; Dietrich, Montero y Sosa en El aura), pasando por los algo bienintencionados (Valeria y Juan en Nueve reinas, Diana en El aura), hasta los soñadores o potencialmente dañinos (el taxidermista en El aura).

Pero además de eso, Bielinsky supo ser un maestro al momento de manejar lenguajes diversos. Y para demostralo le bastaron dos películas: Primero Nueve reinas, con su dinámica de cine negro, sus diálogos que sirven de hilo conductor entre las distintas escenas, sus chispazos de humor inteligente, y ese final inesperado al que no dudo en calificar como uno de los más memorables de la historia del cine (equiparable a los de Vértigo o El halcón maltés). Luego vino El aura, con su estética bergmaniana, su lentitud voluntaria, y una innegable maestría para mostrar, en un contexto realista de aquí-y-ahora, escenas que únicamente se suceden en las fantasías de sus protagonistas.

Ante la desaparición, siempre súbita y prematura, de un creador como Bielinsky, no puede uno dejar de añorar las obras que nunca realizará y que no podrá apreciar. Queda como consuelo la certeza de que el mejor cine no dejará de echar mano de este sorprendente legado.

domingo, noviembre 25, 2007

Un libro bastante extraño

Las razones por las que un libro atrapa a un lector son tan variadas que difícilmente podría esbozarse una teoría al respecto. No basta el lenguaje o el estilo, tampoco la temática o el argumento. Cierto es que cada texto tiene sus lectores, y lo que puede parecer apasionante a algunos puede resultar insoportable a otros. Creo, en ese sentido, que no estoy en condiciones de explicar qué hizo que Este libro te salvará la vida, la novela de A. M. Homes, ejerciera sobre mí una atracción tal que me impidió despegarme de ella hasta finalizar su lectura, lo cual sucedió hace unos minutos. No dudo que la historia de Richard Novak —“un hombre afortunado que ha realizado algunos de los deseos claves de la contemporaneidad”, como lo define la contratapa del libro— y su crisis existencial no sea lo suficientemente interesante y atractiva como punto de partida. O que el lenguaje lacónico y mesurado de A. M. Homes no sea capaz de generar un estilo narrativo que facilite las cosas al lector. Pero sospecho que hay algo más. Se trata de un libro tremendamente contemporáneo, que muestra sin pudor (A. M. Homes me sigue resultando notablemente impúdica; magnífica cualidad para cualquier escritor) algunos de los rasgos más inasibles de la sociedad americana. Por momentos la lectura me hizo evocar las caricaturas de Los Simpsons, con sus caracteres desmesuradamente estúpidos e individualistas, y sus ciudades pobladas por personajes diversos e incomprensibles. Pero la novela no se limita a ofrecer un panorama social en clave de humor. Hay una historia moral que subyace y emerge de manera trepidante: la del ganador contemporáneo que decide convertirse en una buena persona, y que comprende en un momento dado que su incapacidad para recuperar lo no vivido —sus relaciones familiares, la cercanía con su ex–esposa y su único hijo— no le impide preservar la vida por vivir.

Una novela sorprendente con título de libro de autoayuda. Un libro bastante extraño.

sábado, noviembre 24, 2007

Escenas de la presentación de un libro


Cuando se pasó a la etapa de intervenciones por parte del público, la presentación de La cuarta espada, el último libro de Santiago Roncagliolo, se convirtió en una vertiginosa sucesión de escenas cargadas de mala onda y crispación. La primera en tomar la palabra fue una joven congresista que intentó leer un discurso en el que se refería a las “ideologías trasnochadas” que inspiraron a Guzmán y la subversión de Sendero Luminoso. Casi de inmediato emergieron disonantes improperios en contra de la congresista, pero sobre todo de su partido. La joven había cometido un acto desatinado, y tuvo que parar de leer. Era evidente: la presentación en Lima de un libro sobre Abimael Guzmán escrito por un autor como Santiago, cuya carrera literaria está en pleno ascenso, tenía que congregar a gentes con pensamientos políticos diversos. Y eso, en el Perú de hoy, todavía equivale al peligro cierto de una confrontación cuasi pugilística, en el mejor de los casos. Se comenzó a experimentar un clima de tensión que hacía evocar, aunque fuera lejanamente, los últimos años ochenta y los primeros noventa. Siguieron otras intervenciones. Y más gritos y protestas. Una distinguida anciana con una disparatada hipótesis sobre el título del libro y su relación con el Apocalipsis de San Juan. Una muchacha que se refirió más de una vez a Guzmán como “Presidente Gonzalo”. Más preguntas y amenazas al partido de la congresista. Finalmente una evocación a la conocida pregunta con que Vargas Llosa inicia Conversación en La Catedral, “¿Cuándo se jodió el Perú? Santiago se limitó a responder: “A mí no me pregunten, cuando yo nací ya estaba jodido”. Un poco de humor que sin duda ayudó a aquietar el ambiente.

Horas más tarde, en un bar de Barranco, Santiago se mostró distendido y conversador. En algún momento me preguntó: "¿Y qué tal el regreso?". "Como el de Calamaro", respondí sin saber en verdad por qué. Me traje de vuelta a casa mi ejemplar de Pudor dedicado: “Para Octavio, esta historia que ya leíste en Internet, ahora en papel. Santiago”.

NOSTALGIA DE CARACAS - O de una ciudad-mirador sin mí


Cuenta un viejo y repetido chiste que un argentino está de pie en alguno de los miradores del Ávila –la plástica y verde cordillera que separa Caracas del litoral–, inmóvil como una estatua y contemplando el horizonte, cuando un curioso se anima a abordarlo para indagar qué es lo que está haciendo. Como suele suceder, la respuesta es ingenua y, a la vez, desmesurada: «Nada especial, sólo viendo a Caracas sin mí».
No dudo que la jocosidad de este episodio pueda ponerse en entredicho, aunque tal vez sirva para sacar a luz una sensación con frecuencia experimentada por quienes viven en Caracas (argentinos incluidos): la de ser protagonista central de algo en verdad divertido y emocionante. El sol del Caribe, que siempre entusiasma y alegra la vida, podría invocarse como explicación. Pero también el espíritu pluralista de una ciudad que da la bienvenida con facilidad extrema, y difícilmente cuestiona ningún aporte, y menos aún lo rechaza. Ciudad carente de prejuicios, que obvia cualquier indagación sobre los antecedentes –nadie pregunta en qué colegio o universidad estudiaste, o hijo o nieto de quién eres, a veces ni siquiera el apellido: un panorama a todas luces distinto de lo que es insoportablemente usual en tierras no tan lejanas–, y que se comporta como un niño que súbitamente se encuentra en el cuerpo de un adulto y emprende la aventura de la mayoría de edad con curiosidad y despreocupación. De ahí su vocación por la tolerancia, su notable capacidad de asimilación. En toda la ciudad los aportes foráneos son evidentes, pero al mismo tiempo se mimetizan sin mayor esfuerzo, formando un tejido dinámico y entremezclado que invita a sentirse a gusto y en casa. En Caracas no existen restaurantes españoles: los hay gallegos, asturianos, vascos o catalanes. Caminar una tarde por la zona de La Candelaria, es como aterrizar en una especie de síntesis de nacionalidades ibéricas surgida espontáneamente en pleno corazón del trópico. Luego de un almuerzo usualmente memorable es posible tomar el Metro –la manera más práctica de evitar un tráfico siempre caótico y descomunal– y llegar, por ejemplo, hasta Parque Central para recorrer gratuitamente el Museo de Arte Contemporáneo, con su singular muestra de Picasso y su colección permanente de Miró, Chagall, Calder. O quizá visitar alguna de las interesantes librerías de la ciudad, siempre amablemente atendidas. Cualquier jungla de cemento deja de ser tal cuando ofrece bálsamos amenos y variados. Ya entrada la noche, en Las Mercedes o en La Castellana, se puede tomar un trago, o simplemente dedicarse a contemplar mujeres hermosas de todos los tipos y edades. Las caraqueñas son bellas y alcanzables, seres terrenales que conversan, preguntan la hora y ríen amistosamente. No conviene ser muy petulante en Caracas. Ni tampoco demasiado depresivo o melancólico. La ciudad rechaza naturalmente a quienes se resisten a ser parte de su dinámica entusiasta y, no pocas veces, alocada.
Pero también existe una Caracas íntima, de amigos entrañables y relaciones perdurables, de historias profundas. Durante la segunda mitad de los años setenta, cuando era todavía un niño, conocí en ella a varios exiliados latinoamericanos provenientes de países sometidos a oprobiosas dictaduras. Pese a ser asimilados por la ciudad y las facilidades que les brindaba, estos personajes nunca dejaban de evocar con nostalgia sus propias tierras. Quizá sea esa misma nostalgia la que hoy en día experimentan muchos de los habitantes de Caracas –o caraqueños: se puede serlo independientemente del origen–, incluyendo a quienes no se han marchado de una ciudad que parece irremisiblemente condenada a dejar de lado su pluralismo y su tolerancia. Hoy más que nunca resulta natural que buena parte de la mejor literatura ambientada en Caracas tenga como rasgo común un cierto tono sombrío. Pienso por ejemplo en En la casa del pez que escupe el agua, la monumental novela de Francisco Herrera Luque, o en los ensayos de Mariano Picón Salas, y más recientemente en La enfermedad, la conmovedora novela de Alberto Barrera Tyszka. El arte siempre llamado a resaltar lo menos evidente, lo que no puede verse con ojos meramente terrenales.
De cualquier manera, la Caracas que siempre tengo presente no es necesariamente la de los textos literarios, tampoco la de las resistencias ciudadanas recientes, sino más bien la de la amistad y la vida cotidiana. Imposible no sentir nostalgia por el trópico cuando el cielo gris de Lima se convierte en una maldición permanente y la humedad no para de calar los huesos. Imposible no echar de menos a mi grupo de amigos caraqueños –variado, cosmopolita, abierto, plural– cuando en ocasiones me siento condenado a lidiar con seres empeñados en hacer valer unos simbolismos fútiles y atávicos, o que hacen de la susceptibilidad extrema su principal carta de presentación. En momentos como esos, suelo buscar refugio en la contemplación de una fotografía del Ávila que tengo en mi biblioteca. Y, por supuesto, no dejo de preguntarme cómo estará Caracas sin mí.

ETIQUETA NEGRA N° 54

miércoles, noviembre 21, 2007

lunes, noviembre 19, 2007

La conducta estereotípica



"La inclinación edípica impulsa al héroe a la búsqueda de la madre, cuando el actuar que conduce a la hazaña estuvo signado por la libertad más absoluta y despiadada. El mito de la Odisea es el del retorno inexorable al seno materno —encarnado en las metáforas de la esposa virginal y la patria isleña—, que se presenta una vez que la misión está cumplida y todos los medios, lícitos e ilícitos, fueron puestos en práctica. El poema homérico no pretende equipararse a un discurso moralizante, y ésa sea tal vez la razón por la que no ahorra en detalles. Añora entonces el hombre la imagen materna en el momento del logro pragmático, individual y supremo. Los gritos extasiados de los guerreros griegos al haber tomado Troya imploran, acaso de una forma onírica, a sus Ítacas particulares." [Jacques Echermann: Des images dans les rêves: Une relecture du docteur Freud. Gallimard, 1934 (traducción libre)].

Pienso que esta cita puede servir para entender el gesto del Loco Vargas luego de anotar el gol del empate ante Brasil —la camiseta roja con la leyenda FELIZ DÍA, MAMÁ—, y hasta convertir en justificable su ausencia ante Ecuador por acumulación de tarjetas amarillas.

domingo, noviembre 18, 2007

Formas animales

Hoy pude escuchar, luego de muchos años, dos de mis temas favoritos del rock argentino: el clásico El oso, en la versión original y setentera de Moris y en el remake de Fito Páez, y el más reciente (aunque no menos clásico) Carta de un león a otro, en la inigualable versión de Juan Carlos Baglietto. Ambos temas tienen en común la crítica al mundo artificial creado por los seres humanos y la nostalgia por la vida silvestre, expuestas a través de los discursos de dos animales cautivos y obligados a participar en espectáculos de circo.

El atribuir a los animales características humanas —una práctica que es moneda común en manifestaciones creativas destinadas al gran público: desde las fábulas griegas hasta algunos taquilleros filmes de Hollywood— constituye una forma bastante gráfica y comprensible de formular críticas y postulados moralizantes, pero tambien un buen camuflaje para las dudas y las angustias que el hombre medio enfrenta en el devenir de la sociedad. Los animales y sus características externas son, en todo caso, elementos que se ajustan adecuadamente a un lenguaje metafórico accesible.

Tampoco es extraño que los animales sean vistos como implícitamente superiores a los seres humanos. Hay aquí una valoración positiva de su falta de malicia. Son inocentes. Son naturales. Es preciso recordar que la exaltación de la naturaleza es un rasgo esencial del romanticismo (tanto en el sturm und drang, como es sus demás variantes). Y que todo arte popular es, por definición, romántico.

viernes, noviembre 16, 2007

Matsuri!!!!


Con la excusa de encontrarse conmigo para prestarme algunos CDs, mi amigo Paco me invitó a un Matsuri, o festival japonés. Fue una experiencia divertida. Las instalaciones del club nikkei son estupendas. Además, la comida no estaba nada mal (importante detalle). A primera impresión, eran muy escasos los asistentes que carecían de ancestros japoneses, la mujer de Paco y yo incluidos en el grupo minoritario. Luego de comer yakimeshi y varios tipos de maki, Paco se animó a ir por unas cervezas, pese a las airadas protestas de su mujer. Para mí es evidente que la esposa de Paco intenta gobernar su vida. Sobre todo cuando se trata del alcohol. Labor imposible: Paco sigue siendo muy japonés para obedecer a una mujer (una tendencia que parece haber traspasado las barreras de la imigración y las generaciones). Por lo demás, siempre ha sido un hard-drinker incorregible.

Cuando íbamos por la cuarta o la quinta botella, Paco se puso de pie sin decirnos nada. Nos percatamos entonces de que no iba en busca de otra cerveza, sino que se estaba dirigiendo a la tarima principal y que comenzaba a subir los pocos escalones que la separaban de la superficie donde nos habíamos quedado nosotros.

Con gesto decidido Paco tomó un micrófono:

—¡Qué viva el Matsuri! — grito entusiasmadamente dirigiéndose a todos los presentes.

Silencio. Acaso apenas un tímido rumor de voces.

—¡Qué viva el Matsuri! — volvió a gritar Paco, con un entusiasmo digno de mejor causa.

Silencio. Risas nerviosas y aisladas.

Creo que recién en ese momento Paco se dio cuenta de que estaba haciendo el ridículo. Rápidamente pensó en un plan. O tal vez ya lo había concebido antes de decidirse a subir a la tarima.

—Tengo un anuncio importante qué hacer —dijo entonces con voz sumamente entonada—: Los señores de Pana Autos donarán un Toyota Avensis al primer miembro de nuestra comunidad que responda a una simple pregunta…

Aplausos. Ánimo. Cuchicheo de voces que se opacó súbitamente. Evidentemente nadie quería perderse la pregunta:

—Diga usted los títulos de los cuatro libros que conforman El mar de la fertilidad, la obra cumbre del escritor japonés Yukio Mishima.

Nuevamente un rumor informe. Logré escuchar que una mujer de mediana edad le preguntaba a otra (ambas parecían hermanas): ¿Historia de una geisha?

—Repito la pregunta, señores —dijo entonces Paco con un tono de voz que no podía esconder su más que evidente malicia—: Diga usted los títulos de los cuatro libros que conforman El mar de la fertilidad, la obra cumbre del escritor japonés Yukio Mishima.

Esta vez el rumor de voces no se había interrumpido, ni siquiera para permitir que la pregunta fuera escuchada nuevamente.

De pronto un joven gordo, con una especie de camisa-túnica roja y una banda sobre la frente, se puso de pie y gritó destempladamente:

—¡Paco! ¡Paco! ¡Lo sé! ¡Lo sé!, ¡Sé la respuesta!

El gordo parecía bailar de contento. El rostro de Paco dibujaba un innegable gesto de curiosidad:

—¿Y cual es la respuesta, Kenji?

Kenji respondió, con el pueril orgullo del que resuelve una adivinanza:

—¡Celica!, ¡Yaris!, ¡Camry!, ¡Corolla!

jueves, noviembre 15, 2007

Una interesante cita de un ensayo de J. M. Coetzee sobre "The Heart of Me", la autobiografía de Doris Lessing



"Ninguna de las tres mejores escritoras que el África del sur ha producido —Olive Schreiner, Nadine Gordimer, y Lessing (quien, pese a sus reticencias a aceptar la etiqueta de "escritora africana" reconoce libremente que su sensibilidad fue formada en y por África)— terminó la secundaria. Las tres fueron en gran medida autodidactas, y las tres se convirtieron en intelectuales de gran talla. Esto dice algo de la devoción con la que los adolescentes aislados en los márgenes del imperio anhelaban una vida de la que se les había privado: la vida de la mente. Una devoción mucho mayor, por lo visto, que la de la mayoría de sus contemporáneos de la metrópoli."

("Of the three best-known writers southern Africa has produced—Olive Schreiner, Nadine Gordimer, and Lessing (who, though reluctant to accept the label "African writer," freely acknowledges that her sensibility was formed in and by Africa)—none completed high school. All were substantially self-educated, all became formidable intellectuals. This says something about the fierceness with which isolated adolescents on the margins of empire hungered for a life they felt cut off from, the life of the mind—far more fiercely, it turned out, than most of their metropolitan cousins.")

New York Review of Books, Edición de diciembre de 1994.

miércoles, noviembre 14, 2007

El trance de Renson

Mi buen amigo Nicolás Restrepo acaba de escribirme desde Bogotá para informarme de una situación por demás insólita.

Nuestro común amigo, el crítico y cronista Renson Said Sepúlveda (quien aparece en la fotografía) está siendo procesado por un juzgado penal de Cúcuta, por un supuesto delito de injuria y calumnia en contra del abogado Pablo Chacón Medina, quien, según el diario El Espectador, es "una de las personalidades intelectuales de la capital de Norte de Santander".

El origen del juicio sería el señalamiento hecho por Renson, en el sentido de que Chacón Medina —quien además de abogado penalista cultiva la poesía— “no sabe escribir” y “es mediocre, simulador, vanidoso, analfabeto e incapaz intelectualmente”.

El problema es grave. Renson puede ir preso. Además Chacón Medina solicitó una cuantiosa indemnización y el embargo de los bienes de Renson.

No conozco la obra del Chacón Medina. En consecuencia, no sé si podría estar o no de acuerdo con las opiniones vertidas por Renson. Sé además que Renson puede ser un crítico implacable y radical, un lector sin concesiones que toma partido con pasión. Pero también sé que existe en algunos escritores la inequívoca propensión de ir por el mundo ejerciendo la defensa de su obra. Ejemplos de este tipo hay por doquier, en esta época plagada de blogs y revistas. Quizá Chacón Medina represente una variedad radical de esta clase de escritor-defensivo. Un poeta abogado. Tenía que ser abogado.

Espero que la justicia de Cúcuta sea sensata y no ponga cortapizas al libre ejercicio de la crítica literaria. También querría esperar —aunque sé que sería en vano, tampoco soy iluso— que los Chacón Medina que pululan en los círculos literarios y culturales, aprendan que uno escribe por una necesidad interna y personal, y no para que otros digan que lo hace bien. Un escritor verdadero es aquel que deja que su obra se defienda a sí misma, y sigue escribiendo sin importar lo que digan los demás.

A Renson le envío mi amistad y mi solidaridad.

martes, noviembre 13, 2007

¿Y dónde está la izquierda democrática?

Por lo visto en el limbo. En la indecisión. O siendo timorata y escrupulosa en demasía para poder así limpiar las imágenes de un pasado no tan memorable.

Lula enfrenta serios problemas de corrupción y la atomización de los grupos que lo apoyaron. Por lo demás, Brasil siempre ha sido un mundo aparte.

Los chilenos —otros que históricamente han querido, sin tanta justificación, mantenerse al margen—, tienen en la señora Bachelet a una presidenta carente del liderazgo necesario para enfrentar sus problemas internos.

Alan García, en su tan peruano empeño por blanquearse, se ha aliado no sólo con la derecha más conservadora, sino con el fujimorismo más abominable. Las bases que lo llevaron al poder han sido olvidadas (salvo cuando se les requiere para algunas tareas de choque, nunca prescindibles del todo). Parece no querer darse cuenta —la percepción siempre un grave problema del personaje, sobre todo cuando asume responsabilidades de gobierno— que su capital político puede en cualquier momento saltar la barrera y pasarse al humalismo, o a lo que haga sus veces en el futuro cercano (Ollanta es demasiado inepto, no sería raro que Chávez le encuentre sustituto más temprano que tarde). Tal vez su compadre Carlos Andrés Pérez debería explicarle cómo en Venezuela los adecos de ayer terminaron transformándose en los chavistas de hoy.

A veces da la impresión de que Chávez y sus secuaces no la tienen tan difícil...

lunes, noviembre 12, 2007

El incidente


Pese a haber provocado el rechazo explícito de Zapatero con sus habituales descalificaciones, y hasta haber sacado de sus casillas al rey con su comportamiento rufián y matonesco (esto último quizá hasta tenga mérito, don Juan Carlos siempre tan risueño y bonachón), Chávez y su proyecto político no representan ninguna amenaza —al menos directa— para un país como España.

Chávez sí es un problema real para los países de América Latina, donde los gobiernos de Bolivia, Ecuador, Nicaragua y hasta el de Argentina le son afines, y donde no existe liderazgo alguno capaz de hacer contrapeso a su amenaza hegemónica. Es lamentable. Cuando no son serviles piezas de su estrategia, los líderes de nuestros países son unos viles apaciguadores, unas malaguas, unos vulgares tibios en la mejor tradición de César Gaviria, el abyecto ex-secretario general de la OEA, siempre presente para validar los abusos y los fraudes electorales. Nuestros líderes parecen autistas. O es que tal vez se creen muy pragmáticos: al fin y al cabo, ¿qué son unos pocos insultos, si hasta el mismo Bush los resiste?, ¿qué peligro real pueden embargar unas cuantas casitas del ALBA, unas cuantas operaciones oftalmológicas, unos simpáticos médicos cubanos?

Es cierto que las circunstancias forjan al líder, pero este último tiene que poseer un mínimo de capacidad para percibirlas. Nuestros insultados dirigentes, ansiosos por recibir las gracias y los favores de Chávez —no dudan en pedirle que interceda por ellos ante sus amigotes guerrilleros, sueñan con venderle bonos soberanos o asociarse estratégicamente con PDVSA—, me hacen recordar a esos políticos europeos que veían con una especie de benévola simpatía al nazismo, o buscaban una aproximación estratégica con Hitler a través de un ser tan vulgar y execrable como Mussolini. Conviene recordar que quién no perdió la guerra (lo cual es tan importante como haberla ganado), fue Churchill, un excéntrico y un radical que entendió que Hitler era la principal amenaza para Europa, y que nunca convino en la más mínima posibilidad de negociar, menos aún pactar, con los nazis.

Al final de la cumbre de Santiago, hubo los discursos de siempre, la foto de familia. Lo más probable es que el tiempo atempere la gravedad del incidente. El gran beneficiado, políticamente hablando, será sin duda Chávez, quien seguirá siendo visto por sus simpatizantes como un verdadero machote, un valiente sin reparos para decirle las verdades en la cara a quien sea.

Quien perciba la verdadera dimensión del riesgo que embarga Chávez para la democracia en la región, quien entienda que éste jamás asumirá compromiso alguno sin la segunda intención de imponer su proyecto autoritario (sea como sea, importándole un bledo las formas, ése es su estilo), no tiene por qué mandarlo a callar. Simplemente no debe sentarse con él en la misma mesa.


domingo, noviembre 11, 2007

La hija de la amante


La curiosidad que manifesté días atrás no ha sido defraudada. Todo lo contrario: A.M. Homes me parece una escritora brutalmente honesta y valiente. Y más importante aún, impúdica. Siempre he pensado que para escribir bien es preciso dejar de lado el pudor: leer este texto reafirma mi creencia. En The Mistress’s Daughter la autora explora de un modo crudo, aunque no exento de comicidad e ironía, su propia condición de hija adoptiva de una familia judía e ilustrada, que de golpe se ve en la situación de conocer y tratar a sus padres biológicos. Todo esto, además, en el contexto de una carrera literaria en ascenso.

Caer en el sentimentalismo tiene que ser un peligro latente para quien se embarque en un texto de semejante temática. Pero A.M. Homes sortea satisfactoriamente el reto, teniendo como norma una sinceridad realista y sobria, que invita a pensar en un intento de curación personal —al fin y al cabo, escribir es también, entre tantas cosas, una forma de terapia—. Sus encuentros con el padre biológico en hoteles casi furtivos, la prueba de ADN a la que se somete a instancias de éste, los pensamientos con imágenes de sexo que provoca su presencia, la relación conflictiva entre su madre biológica y el padrastro de ésta, se convierten en episodios cuya innegable crudeza es mitigada por la ansiedad que informa todo el relato: ansiedad de la narradora por conocer sus orígenes, y que a la vez es alimentada por el pánico que esta posibilidad le provoca. Una vez producida la inesperada muerte de su madre biológica, A.M. Homes se empeñará en descifrar la biografía de ésta —y así entender la entrega de la hija recién nacida a un matrimonio desconocido, es decir el acontecimiento primordial de su propia biografía— a través de los escasos y difusos objetos materiales que logra rescatar de su casa de Atlantic City. Es aquí donde su oficio de escritora será una herramienta útil para llenar de contenidos las múltiples sombras que le han quedado como legado.

The Mistress’s Daughter es un libro deslumbrante y profundamente humano. Mis ganas de seguir explorando la obra de A.M. Homes continúan en ascenso.

viernes, noviembre 09, 2007

Veneno y sombra y adios, de Javier Marías

No puedo dejar de escribir algunas palabras —necesariamente breves— sobre Veneno y sombra y adiós, la tercera y última parte de Tu rostro mañana, la novela de Javier Marías que se postula como uno de los proyectos más ambiciosos y sobresalientes de la literatura contemporánea.

La lectura tuvo un comienzo quizá no tan emocionante, con evocaciones de Fiebre y lanza y de Baile y sueño, las dos primeras partes de la novela que acababa de releer en preparación a esta tercera. Sin embargo, la narración rápidamente fue ganando en intensidad, con la posición pragmática de Bertram Tupra, el destino bizarro del diplomático De la Garza, y las reflexiones que estas situaciones provocan en el protagonista-narrador Jacques o Jacobo o Jaime Deza. Sobre la mitad del libro y hasta su final, la lectura se volvió aún más trepidante, con una serie de episodios y revelaciones tan profundas como sorpresivas, y con el renovado telón de fondo -al igual que en Fiebre y lanza- de una íntima conversación con Sir Peter Wheeler, en su casa de Oxford, a orillas del rio Cheever.

Veneno y sombra y adiós puede ser vista como una especie de compendio o colofón de la obra de Marías, con referencias no sólo a las dos primeras partes de esta colosal novela, sino a otras igualmente esenciales como Todas las almas (del cual el propio Deza es protagonista), Corazón tan blanco (reaparecen Juan Ranz, pero sobre todo el inefable Custardoy), Mañana en la batalla piensa en mí (se repiten citas y evocaciones shakespereanas) y Negra espalda del tiempo (el académico Rico que visita a De la Garza). Un colofón que brinda claves sobre los enigmas psicológicos y filosóficos que están sembrados a lo largo de todas estas narraciones.

Como seguramente pasaba con Shakespeare, uno no deja de preguntarse si Marías será capaz de superarse a sí mismo. Con Tu rostro mañana el listón se ha puesto muy alto. Pienso que en las letras hispanoamericanas contemporáneas, ningún narrador merece el Nobel tanto como Javier Marías. Este último libro no hace más que confirmalo.

lunes, noviembre 05, 2007

El abogado que lee a A.M. Homes

Niko es un abogado que lee bastante más literatura que el promedio de la gente, lo cual es mucho decir para un abogado. Niko no es el verdadero nombre del personaje de esta historia, no quisiera yo generar entre sus ampulosos y a la vez simplones socios, dudas ni cuestionamientos que pudieran afectar el hasta ahora notable desarrollo de su carrera profesional. Baste decir, para más señales, que Niko trabaja en una firma bastante grande, si tenemos en cuenta las magnitudes propias del pueblo-ciudad en que vivimos, y eso parece obligarlo a cumplir un código de conducta castrante y estandarizado. By the book en extremo, como el propio Niko diría.

Debo decir además que no me costó gran esfuerzo hacerme amigo de Niko, cosa que me alegra especialmente en estos días en los que por fin me animé a seguir —parcialmente— algunas de sus más persistentes y entusiasmadas sugerencias: La escritora en cuestión se llama A.M. Homes, y si he de fiarme de los dos relatos que leí ayer domingo (No molestar y Una muñeca verdadera), Niko podría ser calificado de oráculo, o al menos de sabio lector. A.M. Homes escribe lacónicamente, como Carver, pero eso no evita que su prosa sea estrepitosa y desmedida. Hay emoción, mucha emoción en esas historias de amor y enemistad, de necesidad y rechazo.

Hace ya varias semanas que Paco Miyagi (otro amigo mío, aunque no de Niko) viajó a Los Ángeles por negocios (algunos, sin embargo, preferimos interpretar que aquel viaje constituía una especie de tributo a sus orígenes okinawenses). A instancias de Niko le encargué The mistress’s daughter, el último libro de A.M. Homes. Fue un pedido hecho a ciegas, una especie de dádiva a la simpatía que en mí despiertan los entusiasmos de Niko. Eso explica, sin duda, que no me haya preocupado en recoger el libro.

Desde ayer en la tarde estoy llamando con insistencia al celular de Paco. El muy cabrón me acaba de contestar, diciéndome que tiene mucho trabajo, y que apenas podremos vernos el miércoles.

Orson Welles, mi pariente


Creo que es Javier Marías quien dice que pueden presentarse en seres sin relación ni parentesco, detalles que, de una forma inenarrable e inexplicable, terminan hermanándolos o emparentándolos en la mente de quienes los han conocido u observado. Uno asocia, sin razón aparente, a una joven hermosa con un viejo lamentable, a un asesino con un futbolista, a un coleccionista de libros usados con un perro mutilado.

De esa misma manera tal vez he venido yo relacionando a Orson Welles con algunos miembros de mi familia, al punto de pensar o figurarme que los Vinces somos la rama latina de los Welles (o Wells), hipótesis que sé descabellada pero que me gusta y me divierte.

Serán quizá esos ojos bovinos, tan característicos en mi abuelo y en mis tíos abuelos, o en mi padre y sus hermanos y primos, y que yo, fatalmente, he terminado heredando. O tal vez la misma pipa que tantas veces vi fumando a mis mayores (en algún momento lo intenté y fracasé). O más aún, esa singular y siempre desequilibrada mezcla de altivez y desazón que es común a muchos de sus personajes (pienso ahora mismo en O’Hara, aquel irlandes descomunal y nostálgico en The lady of Shanghai), lo que me hace emparentar a mis parientes con aquel que puede serlo, sin haberlo sido.

Algo más nos une, según acabo de enterarme: la sincera devoción por las películas de John Ford. Quizá sea verdad, después de todo, que lo que se hereda no se hurta.

sábado, noviembre 03, 2007

Primera Revista Latinoamericana de Libros: ¿Hay un New York Review of Books para el mundo hispanoamericano?


La respuesta es afirmativa gracias a la iniciativa de Fernando Gubbins, un joven peruano, licenciado en Filosofía y MPA de Columbia, que ha logrado aglutinar las voluntades y las colaboraciones de Edmundo Paz Soldán, Germán Carrera Damas, Pablo Quintanilla y Pablo de Santis, entre otros, en la primera entrega -verdaderamente antológica- de la Primera Revista Latinoamericana de Libros-PRL.

Pero la cosa no queda ahí. Se esperan interesantes nombres para los números venideros: Sergio Ramírez, Alvaro Rey de Castro, Alberto Barrera Tyszka, serán algunas de las firmas que aparecerán en esta revista sobre libros, y nada más que libros, en la que el concepto de reseña no es sinónimo de resumen breve, pero tampoco de texto críptico, y donde la lectura es el pretexto para generar un debate, una discusión o incluso para incursionar en temas paralelos.

El lanzamiento de la PRL equivale a la postulación de un hito en la historia editorial de Latinoamérica. Fernando Gubbins y su equipo son acreedores de nuestra admiración y agradecimiento.

viernes, noviembre 02, 2007

La vida de los otros

“Estoy pensando en lo que Lenin dijo de la Apassionata, de Beethoven: Si sigo escuchándola no terminaré la revolución. ¿Puede alguien que haya escuchado esta música, pero que la haya escuchado de verdad, continuar siendo una mala persona?”. Esta hermosa pregunta es hecha por el escritor Dreyman a su novia, la actriz Christa-Maria. Ambos, sin embargo, ignoran que su conversación -al igual que su vida entera- estaba siendo oída, a través de cables secretos y micrófonos escondidos, por Wiesler, un frío agente de la Stasi que había recibido el encargo de espiar a Dreyman y determinar su fidelidad al régimen comunista de la RDA.

La legión de los que abogan por un arte neutro o amoral sin duda crece día a día. La posibilidad de un arte comprometido parece haber sido contaminada del todo, por la avalancha panfletaria producida desde o a favor de algunas de las dictaduras más terribles que la humanidad ha conocido. Tal vez éste sea uno más de los dudosos legados que hemos recibido del siglo veinte. Contrario a esta tendencia cada vez más general, La vida de los otros (Florian Henckel von Donnersmarck, 2006) es un filme que subraya una de las misiones superiores del arte: la redención del hombre a través de la contemplación estética: Una obra contundente, equilibrada, humilde, pero sobre todo comprometida con el ser humano, con su necesidad de libertad y su capacidad de reflexionar y cambiar.

lunes, septiembre 10, 2007

¿Bartleby o Bergotte?


El escritor de mediana edad se pregunta —con no poco snobismo y sin razón para estar seguro de nada— a quién está asemejando más: si a Bartleby o a Bergotte. Difícil cuestión que no tiene relación con el origen de ambos personajes, cuyos creadores pueden ser vistos como contemporáneos entre sí, por el simple hecho de que sus vidas llegaron a solaparse sobre el último cuarto del plácido siglo que les tocó en suerte.

El escritor de mediana edad decidió dejar de escribir, y en recompensa fue retratado, amplia y elogiosamente, por un escritor joven dentro de una primera novela vivencial y evocativa.

El escritor de mediana edad sospecha que el escritor joven lo hizo con malicia, o como parte de una coartada mayor que ninguno de los dos es capaz de descifrar.

jueves, agosto 23, 2007

Nunca habrías pensado en un final como ése



Caminas como un sonámbulo, como un autómata perverso. O como cualquiera de los comemierdas que pululan por los alrededores: maricones, choros, vendedores de cds piratas, haitianos de la Tío Rico. Tu voluntad apenas repara en las escenas que toman forma en el interior de tus nervios ópticos. No es por costumbre, no es por aburrimiento ni siquiera. Jamás pudiste conformarte con este entorno día a día más inhóspito e infernal. Años atrás, recuerdas, tu hermano y tú se remojaron corriendo por estas mismas calles, emocionados mientras más de un transeúnte encantado o atónito sonreía frente a aquella danza de la lluvia de dos niños inmigrantes. Seguramente eran incapaces de adivinar su origen. ¿Quién puede imaginarse una geografía donde apenas llueve?

Las fugas paralelas de Octavio Vinces.

Octavio Vinces nació en Lima y ya nació fastidiado de estar allí (creo que siempre anda algo disconforme si no está devorándose libros cuya lectura parece eterna, escribiendo, o charlando de los temas más diversos junto a una botella de vino tinto), luego se fue a la Argentina, a Venezuela, a Nueva York, y de saltos, Canadá, España, Francia, México, Ecuador, a otros destinos, y siempre terminó volviendo a Venezuela (¿Quién lo entiende?) para querer irse de todas partes y además volver. Arrastra la herencia del emigrante: ya no tiene patria en ninguna parte del mundo. A cambio de las patrias, perdidas o tenidas, recibió la facultad de usar un lenguaje diverso y cosmopolita, además de encarnar de un instante a otro, sin ninguna cortapisa, visiones desiguales o contrastantes en lenguajes diferentes y quizá contradictorios. Vinces es un actor, puede convertirse en cada personaje, alterar la nacionalidad, el vestuario, el sexo, la religión, y dejar al espectador de patio o palco, ajeno a esos cambios.
Su primera novela, Las Fugas Paralelas, ha sido premiada por unanimidad por la editorial Alfaguara junto con la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en la justa del premio Alfaguara-UNAM correspondiente al año 2003. El jurado fue integrado por Pedro Angel Palou y Eduardo Antonio Parra (notorias figuras de la ya consagrada generación del crack), y por las escritoras Mónica Lavín, Rosa Beltrán y Anamari Gomís. Participaron 86 novelas, 77 correspondientes a México y las otras nueve repartidas entre España, Costa Rica, Estados Unidos, Uruguay, Argentina y Venezuela.
Las fugas paralelas es una novela cargada de gran subjetividad: los personajes caminan, hablan y se encuentran con otros personajes a través del velo de sus propios pensamientos, de su inherente individualismo, como fantasmas que eligen encarnar un espectro humano y mantienen la interioridad de su propia entidad, ocultándola, dejándola salir sólo por mínimas dosis servidas en copitas de cristal. Pero también hay desencuentros, violencia política, ruptura generacional. Cada capítulo le propone al lector, de alguna manera, un nuevo lenguaje, una nueva psiquis y aún el esbozo de otra obra (pienso que Vinces podría trabajar varias novelas al mismo tiempo), lo cual lleva a hacer un esfuerzo para reiniciar a cada instante la disección de un nuevo sujeto, con sus complejos y dudas, con sus esperanzas y sus conformismos, a través de su autonomía de acción y pensamiento: personajes que transitan movidos por su propia decepción, su desencanto. Peor también por su deseo de supervivencia. Los acontecimientos externos (un acto terrorista, el reencuentro con un viejo amor adolescente, la adaptación a nuevas ciudades y países) explican los actos de los personajes, pero de ninguna manera interrumpen su trabajada identidad.
El autor demuestra el temple de un escritor de fondo, aunque sea un novel que apenas coquetea con esa idea que ha sacado como un conejo por las orejas del sombrero de su tiempo libre, como un experimento hecho con instrumentos tomados de un laboratorio de maletín. Una obra por su propia determinación de decir: "Hasta aquí". ¿Qué nos deja eso? Una novela sin conclusiones generales, que han sido sacrificadas por la dinámica de producir un sinnúmero de conclusiones particulares. A eso se le llama arte literario y lo es sin ninguna duda. Es una novela soberbia, no sólo en el sentido grandilocuente de la palabra, sino también porque al narrador pareciera importarle un bledo lo que el lector pueda pensar o sentir: construye sus personajes a capricho, como si luego él mismo fuese a ser el único espectador del resultado final.
Toda la obra pareciera expresar no sólo la línea de un pensamiento reflexivo o simplemente sometido al arbitrio propio de un narrador extraño a sus personajes, sino un esbozo profundamente subjetivo que incluye aquello que se piensa distraído y al instante hemos olvidado. Una obra en la que se recorre página tras página, de pronto se llega al final, y se siente como si no se hubiese llegado a ninguna parte. Ahí se comprende que la obra quedó atrás, que los conceptos se derramaron en imágenes, frustraciones y destiempos, porque cada personaje, al acercarse a un desenlace, ya ha emprendido su propia partida, y uno se siente como una especie de pasajero coleado en el carro de esa niña inmadura que tiene que soportar a dos imbéciles obsesionados por la futilidad del hombre televisado en su capítulo final. Es entonces cuando el lector que ha terminado su lectura, ha dejado el libro en el sillón, con una sensación de que ha leído algo que no tiene un desenlace, se acerca a la nevera o se prepara un café, no sin cierta sensación hueca, de ausencia de la presa de caza, como si la narración le hubiese negado algo, y tiene que volver al sillón, posar su mano sobre el libro, manosearlo, tal vez esperar al otro día, la otra semana, sin devolverlo a la biblioteca, dejándolo por ahí a la mano, para que no se le enfríe la labor que debe emprender pronto: recomenzar la lectura, ya desprovisto de prejuicios, y alcanzar el disfrute total de su literatura, en las palabras a gotas de la subjetividad, la tristeza, la resignación y la melancolía de personajes que se muestran tras el antifaz de su propia fuga.
Las Fugas Paralelas denota el temperamento de un escritor que será una figura de las letras. El resto, para Octavio Vinces, es seguir escribiendo.



JOSE MACIAS.

miércoles, agosto 22, 2007

Sushi bar con piercing



Se ha sentado a mi costado, acabo de verla reflejada en el espejo que está enfrente (¿es que todos los sushi bars tienen espejos, o es idea mía?); vuelvo mi mirada hacia ella y descubro un piercing en el ala derecha de su nariz (tal vez ésta sea demasiado larga para su rostro): un detalle que parece querer suavizar la necesaria seriedad de sus anteojos de carey. Es bastante joven y me parece atractiva, me estoy diciendo sin decírmelo. La mujer que le acompaña —hasta ahora no he reparado en su presencia— le indica donde está el baño, en un inglés duramente pronunciado y gramaticalmente prolijo. Se pone de pie y entonces me percato de que no se trata de una jovencita; tal vez hasta sea contemporánea mía: el piercing me ha confundido. Todo esto me hace pensar brevemente en Amanda, tan lejana ahora.

Hajime coloca sobre la barra el sashimi que he ordenado: piezas de salmón anaranjado, esponjosas y perfectamente cortadas. Remojo una de ellas en el wasabi que he diluido con salsa de soya. Los palillos son de madera balsa, traídos de China o de Singapur. El sabor del salmón reventará en mi paladar, lechoso, sensual, deliciosamente gelatinoso. La guapa del piercing y las gafas de carey ha regresado. Noto que entre ella y su acompañante hay un puesto vacante. Sin duda esperan por alguien.

En la base del espejo un maneki neko parece estar riéndose de mí.

lunes, julio 23, 2007

martes, julio 10, 2007

viernes, junio 22, 2007

Javier Marías termina el tercer volumen de Tu rostro mañana, su obra más ambiciosa



El escritor Javier Marías acaba de poner punto final al tercer volumen de Tu rostro mañana, ese gran proyecto literario al que ha dedicado nueve años de su vida y que, una vez concluido, considera su "mejor novela", "la más compleja y ambiciosa", y "con mayor hálito, impulso y fuerza" en sus páginas.

Tengo la sensación de que la novela ha quedado como yo quería, aunque sé que lo que el autor sienta no importa mucho, porque no es quién para juzgarla", afirma Marías en una entrevista con Efe, en la que adelanta algunas claves de este tercer volumen que Alfaguara publicará a finales de septiembre y que tendrá unas 700 páginas.

La tercera "y última" entrega se titulará, salvo que el autor cambie de opinión, Veneno, sombra y adiós, y se sumará a las 375 páginas de la primera, Fiebre y lanza (2002), y a las 416 de la segunda, Baile y sueño (2004).
Son en total más de 1.500 páginas, y Marías, uno de los escritores españoles de mayor prestigio internacional, cae en la cuenta de que su novela será "más larga que el Tristan Shandy y quizá que el Quijote, lo cual, si se piensa en esos términos, es una osadía".

No hace ni dos semanas que entregó el original, y el autor vive estos días entre "el agotamiento" lógico que produce el haber terminado un proyecto de tal envergadura, y "una especie de desconcierto, de lástima y de melancolía". "También, satisfacción, claro".

En esa melancolía influye además "un elemento de tipo personal" que tiene mucho que ver con "una de las razones" que lo llevaron a dividir esta obra en varios volúmenes: la muerte de su padre, el filósofo Julián Marías, en diciembre de 2005, y la de Sir Peter Russell, importante hispanista de Oxford y gran amigo del novelista, ocurrida medio año después.

Uno y otro han inspirado sendos personajes de la novela (el del padre del narrador y el de Peter Wheeler) y "ambos tenían mucha curiosidad por verse 'ficcionalizados'". Sus edades "tan frágiles" animaron al escritor a publicar la obra en varios volúmenes, para que al menos pudieran ver impreso alguno.

Les dio tiempo a leer los dos primeros antes de morir, pero Marías los ha mantenido "en danza en el tercero a uno y otro, hablando y haciendo cosas". "Al terminar la novela, de pronto es como si se me hubieran muerto de verdad porque ya no los voy a tener dentro de la ficción", dice el escritor durante su conversación con Efe, que tiene lugar en su casa de Madrid.

"Sin sus vidas prestadas este libro no habría existido. Descansen ambos ahora, también en la ficción de estas páginas", afirmará el escritor en la mención expresa que hará de ellos al final de la novela.

Han pasado casi nueve años desde aquel 3 de septiembre de 1998 -"siempre empiezo mis novelas un 3 de septiembre"-, en que escribió las primeras líneas de esa historia protagonizada por Jaime Deza (llamado también Jacobo, Yago o Jacques), un español que se va a Inglaterra para hacer más llevadera la separación de su mujer y allí es contratado por "un grupo sin nombre", dependiente del MI6 o Servicio Secreto Británico.

Los reclutados por ese grupo poseen el raro "don" de ver en los otros y de conocer hoy cómo serán sus rostros mañana; son también capaces de saber hasta dónde pueden llegar las personas, si serán leales o traidores, si llegarán a matar.

En la última entrega, el protagonista "ve que su rostro puede cambiar", por lo que "en cierto sentido el tercer volumen podría ser 'Mi rostro mañana'".

"Hay un momento en el que empieza a ver que cosas que jamás hubiera imaginado hacer o decir o sentir, comienza a hacerlas y a decirlas", comenta Marías, cuya obra ha sido traducida a 36 idiomas (el chino se acaba de incorporar a la lista) y que sin duda es uno de los escritores españoles más premiados internacionalmente.

Si los dos primeros volúmenes transcurrían sobre todo en Londres y Oxford, "en el tercero hay una buena parte que sucede en Madrid", comenta el autor, para añadir que el protagonista "cada vez se va involucrando más" en el grupo para el que trabaja, y "va sabiendo más" sobre las consecuencias de lo que hace.

Los lectores "más fieles" de Marías saben que "hay vinculaciones fuertes" entre sus libros, y no se extrañarán por tanto de que en Veneno, sombra y adiós reaparezca un personaje de Corazón tan blanco, la novela que fue calificada de "absoluta obra maestra" por el famoso crítico alemán Marcel Reich-Ranicki, que en varias ocasiones ha pedido el Nobel para el escritor madrileño.

En ese volumen hay "algunos ecos y resonancia deliberadas de esa novela y también de Mañana en la batalla piensa en mí", otro de los títulos preferidos por los seguidores de Marías. Y reaparecerá en una breve escena el académico Francisco Rico, que ya intervino en Negra espalda del tiempo.

Habrá fragmentos cómicos -"no puedo evitarlo", asegura- y más acción que en los otros dos volúmenes. Y por supuesto, esas digresiones tan características de sus obras y ese juego con el tiempo, que, como se ha dicho en alguna ocasión, el autor eleva a la categoría de personaje.

Efe, 10 de junio de 2007

domingo, mayo 20, 2007

Mensaje de Ithaca

El escritor Edmundo Paz Soldán ha tenido la enorme generosidad de leer y comentar el manuscrito de La distancia.

Quiero compartir con quienes frecuentan este blog —amigos míos, en su mayoría— el contenido del e-mail que me remitió desde Ithaca:

"El título que ha encontrado Octavio Vinces para su libro es perfecto. El poeta recorre distancias geográficas y temporales, es un nostálgico sin melodramas de su vida en el barrio de Belgrano en Buenos Aires, un cercano espectador de su paso por Cornell en Ithaca, un viajero conmovido recorriendo un museo madrileño. Hay también una travesía de registros, desde el tono coloquial y algo retórico de los primeros poemas al lenguaje despojado de los últimos. Los temas se multiplican, pero Vinces es, sobretodo, un poeta romántico, alguien que sabe de días interiores contemplando el atardecer en la mirada del ser amado."

Cecilia Podestá, poeta y editora, y David Ballardo, lector y librero, me han animado a publicar esta colección de poemas inéditos, cuya primera versión data de 1992. Si todo sale bien será para este año, aquí en Lima.

viernes, mayo 11, 2007

Los otros perros románticos


Yo también fui amigo de los perros románticos,
aquellos que se creían singulares en el desierto,
o capaces de imitar las voces de los pájaros en medio de una jungla pagana.
Tenía poco más de veinte años, enseñaba literatura en una escuela secundaria,
me enamoré de alguna alumna
y una que otra alumna tuvo la ocurrencia de enamorarse de mí,
simple e inútil perro romántico.
Los días transcurrían húmedos y silenciosos, con la humedad y el silencio
que sólo es capaz de imprimir el trópico a los hombres
y a sus ideas.
En ese entonces un amigo llamado Luigi quería escribir conmigo
una novela a cuatro manos,
el proyecto parecía una quimera experimental y sin sentido,
una labor que, hoy pienso, debimos haber realizado,
ya que al fin y al cabo no hacíamos nada de provecho.
Slavko, por su parte, era un muchacho mulato que se declaraba tercamente croata,
pensaba quizá que la carga genética podía más que la ausencia
o la solitaria crianza de su madre. Era un tipo brillante, sin embargo,
escribía novelitas sobre barbies y fantasías sexuales,
cuentos en los que los protagonistas eran indigentes que hablaban como filósofos,
y algunas otras cosas similares.
Slavko y Luigi nunca fueron mis amigos;
pero tampoco eran amigos entre ellos, vivían permanentemente enfrentados
en una competencia por demostrar que uno podía escribir más estupideces
que el otro.
El único amigo de todos nosotros era Francisco, que tocaba el piano
y a veces iba a misa los domingos.
Francisco había compuesto una sinfonía que tituló Las danzas indias,
y que nunca mostró a sus verdaderos amigos. Pienso que la vida de Francisco
terminó siendo un verdadero desperdicio.
Sin duda era el más invernal de todos nosotros,

aunque finalmente fue el único de los cuatro que no terminó marchándose.

Fotografía en el campus de Cornell University



La lectura sobrecogedora de tus ojos
a unos pasos de nuestra primera casa,
allá en el silencio permanente de la cascada,
cuando caminábamos
sin medida y sin cansancio posibles,
sólo para entregarnos simplezas en palabras aisladas,
o captar las inconexas imágenes
de los bosques nevados de los cuentos de mi infancia.


Temporada (1991-1994)

1

La vaga sonoridad
de tus pasos
se disuelve
entre las horas: anhelados
días interiores
que contemplan
el atardecer de tu mirada
palideciendo en la despedida.

2

Con el bregar innato
de tus formas,
mantengo la esperanza —a lo
lejos— de un amor enredado
en las burbujas del vaso,
o de una vejez al amparo
de la tibia resonancia
de tu sombra.

3

Pasar de la decencia a la indecencia,
de lo razonable a lo irracional,
de lo fresco a lo pútrido

con el único deseo de finalizar
mis días
en la esfera fugaz
de tu mutación incansable.

4

Surges con recelo
desde la realidad más impúdica,
como el camino
del caracol
tus brazos se adentran
en la rigidez de mis palabras,
tus sonidos
en la vaguedad de mi futuro o en lo incierto
de mi herencia.

Por este campo de alegrías pacientes,
germinando desde la difunta locura,
rozando el cuerpo con los pétalos de tu espacio,
espero el reencuentro
con tu humildad esencial.

Sin embargo,
entre las moradas
tus señales transitan.

Quizá la lucidez de una germinación
o el ocaso
de las pálidas adolescentes,
nos sobrevivan.

Rota mi voz gritará,
entonces,
intentando evitar el desencuentro.

5

Naufragio de las horas
impregnando su hedor melancólico
en cada nueva aproximación.

Pesada indiferencia de días
posteriores,
en los que construir
el porvenir del hijo
tiene como norte el sur
de los padres.

E inútil decencia
en las gentes
que se quedaron,
haciendo de sus casas
una imagen postal
atípica.

Ando por sus vidas y la risa
se presenta,
imponiendo acaso
su originalidad
elefantiásica,
su sonido raspante
de signo de interrogación.


6

En el pleno florecimiento
de tus pétalos —un martilleo de voces
se inserta,
y rasga mis sienes: luz
de tinieblas
donde habita la lejanía,
donde los tigres de la infancia
arrancan en aullidos
en Do mayor—, los ojos,
presumiendo el encuentro,
se tornan
preocupados
como uniendo y estropeando
alternativamente
los silencios interiores.

Fracaso del presente o agonía:

¿Puede más el querer,
acaso,
que la natural tendencia
a agonizar?


7

A través de las ventanas,
la violencia traspasando nuestro pudor
de hogar
de pequeña burguesía.

Los ojos pálidos aún
ante la realidad cercana de los sueños,
tercos,
refrescando la memoria
del dormido.

Y el pudor maternal
se convertiría en ternura,
durmiendo en las húmedas noches
de una oveja
innecesaria.

Museo del Prado, 1995


Rompo con mis manos las palabras, musitas,
en ellas encuentro el candor de tiempos juveniles,
la belleza de la ignorancia
que nos condena a ser
parte de la solución o del problema,
como el lunar en el rostro
de la Infanta.

Inmerso en mi travesía, sin embargo,
recorro con simulado silencio
tus últimas palabras.
Ellas dan forma
al destino,
robando a lo lejos un fulgor de lunática noche:

Aventura del amor o presagio.

Iluminando mi frente te derrites
en solitarios aullidos.

Belgrano



Hoy recorrí la vieja calle donde vivían mis padres,
las veredas estaban pobladas de escombros y algún que otro
edificio nuevo,
pero sin duda se trataba de la misma calle.
Los barrios cambian con el paso de los años, y las ausencias prolongadas
hacen que el retorno sea como observar una fotografía súbita y descuadrada,
o como si viésemos una ciudad bombardeada
o una vida que ha seguido su curso al margen de la nuestra.
Hoy recorrí la vieja calle de Belgrano,
me detuve delante del edificio donde vivían mis padres,
y en plena observación del entorno pude percibir la presencia
de mi madre
cruzando la calzada hacia el almacén de Julio, el uruguayo,
para hacer la compra y prepararnos la merienda
(Julio ya no existe en este barrio, en lugar del almacén hay un estacionamiento;
nadie lo recuerda, no pregunté a nadie por él).
Pienso entonces que mi madre vive aún en Belgrano,
que en sus calles adoquinadas
ella no está muerta,
que es uno de los tantos fantasmas que las recorren con humildad y poca estridencia,
un fantasma que un día cualquiera partió
atada a la existencia de una familia de esposo y dos hijos.
Recordé que el día de mi partida Buenos Aires estaba nublada y llovía,
antes de subir al tren mi madre me dio un beso y un abrazo,
y me prometió que volvería.
Hoy recorro estas calles quizá con la única intención de sentir
que esa promesa se está cumpliendo,
aún cuando ella no esté para darme la bienvenida, para abrirme la puerta del departamento,
o para prepararme el almuerzo mientras en el tocadiscos no dejan de sonar
las mismas canciones psicodélicas.
La mañana no está lluviosa, hace sol y al mismo tiempo un poco de frío.
No puedo evitar pensar que esta vez no debería marcharme de nuevo.

Litoral

Las olas son una muralla fuerte e inusitada.
Las gaviotas las encaran como una agrupación
de albañiles acróbatas.
Mis pasos en la arena me adhieren al espacio,
y al estruendo con que se anuncian
los deseos adormecidos, pero aún latentes.
Existe aquí un pescador de azufres y de corales,
o de las palabras que se remontan
al instante en que las pronunciaste por vez primera.
Silencio del viajero, sosiego del peregrino.
Acumuladas mis vivencias se desbordan en segundos,
y esperanzadas
se difuminan sobre un lienzo
con los colores de Gauguin.

Lejanía

Cuando tiempo atrás comenzábamos a conocernos
yo no podía prever que tus rasgos esenciales —tu semblante
infinito, el cóncavo rumor de tus palabras,
tus miradas sentimentales
y marítimas—
terminarían adentrándose, íntima e inusitadamente,
en el laberinto multiforme de mi alma.

Conmigo están Cernuda y Rilke
que saben que toda belleza se asemeja a un ángel terrible
al que sólo puede quererse con olvido en lugar de persistencia.

Sin embargo nunca pensé que te perdería,
y que en tu alejamiento el amor iba a ser un fantasma ciego
que se desdibuja con el transcurrir de mi vida.

sábado, marzo 24, 2007

La generosidad de Julio Ortega (a propósito de Las fugas paralelas)

Hola Octavio,

Gracias otra vez por tu novela que, en efecto, pude leer finalmente. Me gustó mucho el concierto de personajes cosmopolitas, pero también la solucion técnica de no diferenciarlos demasiado por sus voces evitando con tacto los regionalismos nacionales... De pronto tienes razón y hay un pan-hispanismo hablado. Así mismo, me interesó la solución formal de armar el libro con relatos orales o testimonios de vida, que resulta muy fluida y vivencial.

Pienso que tu experiencia multinacional y tu residencia catalana pueden ser distancias privilegiadas para internalizar los dramas y dilemas de esa errancia del espanol nuestro. Ya le pasó a Dante, nada menos, cuyo exilio lo asumió como el peregrinaje de su propia lengua. Aunque los peruanos sospecho que estamos comodos en cualquier parte porque creemos, como los incas, que donde esta uno esta su tierra.

Felicidades y mi abrazo,

Julio

miércoles, febrero 28, 2007

Nube



Las nubes albergan el letargo de los amores efímeros,

libros inacabados,
consuelos ilusorios para tiempos de sequía.
Uno les habla a ellas,
y las palabras atraviesan su distancia y su altura,
la solidez y la longevidad gaseosa,
sin hallar respuesta.

Las nubes toman la forma de rostros familiares,
rasgos queridos,
gestos en que nos encontramos.

Uno las observa y las reconoce,
permaneciendo ignorante
de sus contradicciones más íntimas.

viernes, febrero 23, 2007

La palabra



Una palabra nueva cae de tu boca,
gota de lluvia sobre el mar de nuestro lenguaje.

Afinábamos los oídos
queriendo percibir la amplitud de cada fonema.
¿Es todavía el presente momento para el diálogo,
o de el se apodera la distancia inevitable?

La palabra zozobra entre las otras palabras.
Su significado se diluye
como rasgos de un rostro en el devenir de los años,
y terminará yaciendo en la guarida de lo ausente.

En consecuencia, toda palabra es efímera y cambiante.
Sólo la mutabilidad del amor comparte esa suerte.

miércoles, febrero 21, 2007

Periplo


Habíamos oído decir que el destino del viajero
era arribar al hogar, tarde o temprano.

Pero mientras tanto
nosotros seguíamos viajando en el Metro,
y pasando de largo, una y otra vez,
por la estación de Parque del Este.

En ese periplo recorrimos ciudades y museos,
conocimos variopintas personalidades,
y compramos algunas de las cosas inservibles
que todavía tú conservas —: collares de huesos y piedras blancas,
CDs de dudosos cantautores,
postales baratas con los cuadros de Miró.

Desde mi alcoba evoco el fervor
que sólo tu nombre me ha proporcionado.

Caminante de jornadas cortas, solías llamarme con tu voz de arena.

Un muro invernal y súbito ha separado tu corazón del mío.


Historia del monólogo



El hombre quiso domesticar al búho prehistórico,
con la intención de posarlo sobre su hombro
e iniciar el diálogo.